Pirotecnia y sus efectos en la salud
Mientras las familias guatemaltecas aprovechan las rebajas de temporada en insumos básicos para sus cenas festivas, una tradición profundamente arraigada vuelve a ponerse bajo la lupa de los expertos en salud pública: el uso de la pirotecnia. Aunque es un elemento central en celebraciones como Año Nuevo, fiestas patronales y eventos cívicos, su uso conlleva efectos críticos en la salud física y mental, especialmente en los sectores más vulnerables de la población.
Las heridas visibles: Quemaduras y daños sensoriales
El riesgo más inmediato y evidente del uso de fuegos artificiales es el trauma físico. Las emergencias médicas suelen reportar un incremento en quemaduras graves en manos, rostro y ojos, así como amputaciones traumáticas de dedos, principalmente en niños que manipulan estos artefactos o se encuentran cerca de ellos. Además, el peligro se extiende al hogar, donde los incendios domésticos provocados por chispas pueden derivar en asfixia y traumatismos mayores.
El estallido de la pirotecnia puede alcanzar niveles de entre 120 y 150 decibeles, un volumen suficiente para provocar dolor intenso, zumbidos (tinnitus) y pérdida auditiva tanto temporal como permanente. Esta contaminación auditiva afecta de manera desproporcionada a bebés y adultos mayores, cuyos sistemas sensoriales son más sensibles. ¿Qué es lo que lleva a la pirotecnia a ser un Peligro? La principal razón radica en la biología de los animales: perros y gatos poseen un oído más agudo y amplio que el de los humanos, esto significa que perciben los ruidos fuertes de los fuegos artificiales como mucho más intensos y amenazantes.
El enemigo invisible: Humo y salud mental
El impacto de los fuegos artificiales no termina cuando el estruendo cesa. El humo liberado contiene partículas finas y sustancias tóxicas como azufre y metales pesados. Estos componentes son capaces de agravar cuadros de asma, bronquitis y Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), representando un riesgo mayor para personas que han sufrido infecciones respiratorias recientes.
En el ámbito de la salud mental, el daño es igualmente severo pero menos visible. El ruido inesperado es un detonante de crisis de ansiedad y ataques de pánico. Para las personas que viven con Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), las explosiones pueden obligarlas a revivir experiencias traumáticas. Asimismo, la alteración del sueño provocada por el estruendo constante genera fatiga y problemas de concentración, mermando la calidad de vida de niños y ancianos durante las festividades.
Poblaciones en riesgo y el entorno
El uso de pirotecnia no solo satura los hospitales en épocas de celebración, sino que afecta a quienes no tienen voz en la discusión pública:
• Personas con discapacidad: Muchos experimentan hipersensibilidad sensorial, convirtiendo la celebración en un entorno hostil.
• Mascotas: El estruendo provoca en los animales estrés severo, taquicardia, desorientación y conductas de huida que a menudo terminan en accidentes.
• Medio ambiente: Los residuos tóxicos no solo contaminan el aire, sino que se filtran al suelo y al agua, afectando indirectamente la cadena alimentaria.
Hacia una celebración segura Ante este panorama, las autoridades de salud pública instan a la población a evitar el uso doméstico de estos artefactos y, bajo ninguna circunstancia, permitir que los menores los manipulen. Si se asiste a eventos públicos, se recomienda el uso de protección auditiva. Como alternativa para mantener el espíritu festivo sin los riesgos asociados, se sugiere la transición hacia espectáculos de luces, pirotecnia silenciosa o eventos comunitarios controlados, que permiten el disfrute visual sin comprometer la integridad física y emocional de la comunidad.
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