La Llorona, desde la narrativa oral que recuerda a don Héctor Gaitán (QEPD)

En el barrio de la Parroquia, cuando la luna se asomaba tímida entre los tejados coloniales, los vecinos cerraban sus puertas con prisa. Decían que, por esas calles, justo entre el Cerrito del Carmen y la 12 avenida, se escuchaban lamentos que helaban la sangre. “¡Ay, mis hijos!”, gritaba una voz que parecía venir del más allá.

Don Héctor Gaitán, cronista de los susurros de la ciudad, recogió esta historia de labios de los abuelos. “Contaban que una mujer vestida de blanco, con el rostro cubierto por un velo, aparecía cerca de los lavaderos públicos, donde el agua corría como testigo silencioso.

Los niños eran advertidos: si escuchaban el llanto cerca, corran, porque ella está lejos. Pero si lo oyen lejos, entonces está justo detrás. Así lo decía don Héctor, con voz pausada y mirada profunda, mientras narraba en su programa “La Calle Donde Tú Vives”.

Una noche, un joven curioso decidió seguir el sonido. Lo encontraron al día siguiente, desmayado junto al río, con los ojos abiertos y la voz perdida. Nunca volvió a hablar, pero en su cuaderno había escrito: “Ella me miró”.

Don Héctor decía que la ciudad guarda secretos en sus piedras, que cada esquina tiene una historia, y que los fantasmas no siempre son del más allá: a veces son memorias que no quieren morir.

La Llorona, para él, no era solo una leyenda. Era parte del alma de Guatemala, un eco que se repite en cada generación, en cada madre que llora, en cada amor que se pierde.

“Y así, como me lo contaron, te lo cuento. Porque todo cabe en lo posible”, la célebre frase que recuerda la narrativa oral de don Héctor.

Don Héctor Gaitán fue periodista, escritor y cronista urbano. Nació en 1946 y dedicó su vida a rescatar las voces olvidadas de la ciudad. Su programa radial y sus libros dieron vida a leyendas, anécdotas y personajes que habitan la memoria colectiva de los guatemaltecos.

Con su frase célebre —“Como me lo contaron, te lo cuento. Porque todo cabe en lo posible”— nos enseñó que la historia no solo se escribe, también se escucha, se siente y se comparte.

Recordar en este día, a don Héctor Gaitán es recordar la calidez de su familia y la amabilidad de su esposa, cuando un periodista le visitaba para conversar con él.   El honor que hoy se le puede otorgar a don Héctor, es en virtud de su calidad como ser humano y que pese a su gran conocimiento siempre tenía una sonrisa y nos hacía temblar del miedo mientras narraba una historia; pero también nos traía de vuelta cuando contaba un chiste.   Don Héctor es el personaje que no se olvida, porque marcó varias generaciones con la narrativa oral.

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